6 de mayo de 2012

Una feria del libro sin libreros. 45 Feria del libro de Valladolid


Es un hecho contrastado a lo largo de la historia que los regímenes totalitarios se identifican claramente por dos factores, la constucción de obras megalíticas, carentes de cualquier uso o sentido que no se otro que el de hacer pasar a la posteridad al dirigente que la concibió, y la del desprecio por cualquier manifestación cultural que no suponga una herramienta de propaganda en su propio beneficio. O incluso, en un alarde de sofisticación,  por la combinación de ambas, poniendo la cultura al servicio de la promoción de las obras megalíticas que a su vez servirán para honrar la memoria del régimen en las que se construyeron.

Para los que nos confesamos compradores compulsivos de libros, una feria del libro supone algo así como lo que pudo suponer Sodoma y Gomora para los asiduos a otro tipo de vicios, un lugar lleno de provocaciones para despertar nuestro pecaminoso deseo de lectura. Pero mira por donde, igual que ocurriera con esas dos ciudades de perversión, afortunadamente para la redención de nuestras almas, una mano bienhechora ha convertido la última feria del libro de Valladolid en un lugar de recato, donde las provocaciones se han reducido tanto que los pecadores podemos pasear por ella y salir libres de pecado. En mi caso sin haber comprado un solo libro, hecho que en cualquier otra feria me parecería inverosimil, pero en este caso, teniendo en cuenta la casi total ausencia de libreros, seres perversos encargados de llevar el pecado hasta el último rincón, Evas lujuriosas que ofrecen la manzana del pecado en forma de libro, era del todo predecible.

Pero no por ello, nosotros, los pobres pecadores, vamos a perder la esperanza en una condena de libertad, donde las letras surgirán, al igual que la grama mas salvaje, de entre los adoquines del mas recoleto paseo, y se alistarán en ejercitos de ideas para luchar en la ya milenaria guerra para defender la literatura.