Hasta que se produjo el estruendo, cedió el tejado sobre la casa, con un estruendo típico de otros tiempos, de otras causas. Salimos corriendo de la cama, sin casi vestir, y vimos el desastre, el suelo lleno de cascotes, de escombros, de ruina, y el cielo abierto, un cielo por el que entraba gota a gota nuestra desdicha, como llevaba tanto tiempo entrando en nuestras vidas, pero ahora además se metía en casa y no podíamos hacer nada por evitarlo.
Por aquel agujero abierto al cielo entraban años de desgracias, años de hambre y desolación, de soledad y de infamias..
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